Resumen
La misión en el Antiguo Testamento se basaba en un modelo centrípeto. Este consistía en una evangelización enfocada, ya sea en un sacerdocio o en las concentraciones cúlticas que se realizaban en el santuario (2 Cr 20:8-9). Se ve este propósito con el llamado de Abraham para multiplicarse (Gn 17:2) y establecerse en otras comunidades desconocidas (Heb 11:8). Juan Wagenveld indica que Abraham fue llamado a servir a Dios con el único propósito de utilizarlo como instrumento misionero hacia las naciones. Sin embargo, en el Nuevo Testamento este modelo se invierte y se convierte en uno centrífugo. En Hechos 1:8 se menciona: “me seréis testigos en Jerusalén, Judea, Samaria hasta lo último de la tierra”. Este énfasis también puede ser visto en la Gran Comisión de “ir” y “hacer discípulos” a todas las naciones (Mt 28: 18-20).